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Mujeres Sacerdotes en la Iglesia Católica Española

Relatos y documentos

FELIZ PASCUA. Salomé Misacantana

(Por Juan Masiá Clavel)

 

Camino de Emaús, Juana y Lucas, Salomé y Cleofás. Se les acercó el Peregrino: Reparte el pan con los pobres, a nadie niega su vino, y va diciendo por los caminos: Amigo soy...

Salomé y Juana, Lucas y Cleofás iban camino de Emaús aquel mismo día (cf. Lc 24, 13ss.).Salomé y Juana, unos pasos por delante. Lucas y Cleofás, algo rezagados. A ritmo de marcha, ellas; cariacontecidos, ellos.

Dice Salomé exultante. “Alegrad esas caras, niños, que el campo está precioso, almendros en flor y aroma de tomillo”. “Déjate de bobadas, en pleno duelo”, dice Lucas. “¿Cuántas veces habrá que repetirlo para que nos creíais?”, dice Juana, y añade: “Él vive, nos lo aseguró el ángel, nos aguarda en Galilea”. “Eso, dice Salomé, en Emaús solamente parada y fonda”. “Callad ilusas”, dicen ellos.

A la altura del cruce de Betania un peregrino confluye con el grupo. Turbante calado, el velo protege su cara del polvo del camino. “Shalom, chicas. ¿La misma ruta?”, saluda sonriente. “Hola, caminante. Nosotras, a Emaús, de paso para Galilea”, contestan a la par con voz alegre Salomé y Juana. “Yo tengo una cita en Galilea”, dice él. “Pues se te hará de noche. Más te vale hacer escala en Emaús”. “Es que no quiero hacerles esperar".

"¿Y vosotros, chicos, al mismo sitio?”, dice el del turbante, dirigiéndose a Lucas y Cleofás. “Hmmm”, saludan elos de mala gana, sin ánimo de platicar. “Van con nosotras ,aclara Salomé, pero estos dos no tiran de su cuerpo”. “Anda, insiste Juana, apretad el paso y vamos todos juntos, que el sendero es ancho”.

Marchan de cinco en fondo, Juana a la izquierda de Lucas, Cleofás en el centro, Salomé junto a él, y a su derecha el peregrino, que comenta: “Mirad qué hermosura de lirios en la colina”. Se le ha ladeado el velo al señalar al horizonte y su rostro descubierto cruza la mirada con Salomé, que susurra: “Ya decía yo que tu voz me sonaba, Rabboní”. El peregrino se lleva un dedo a la boca y sugiere silencio.

Juana no consigue animar a Lucas y Cleofás. Les interpela el peregrino: “¿Por qué esas caras largas?”. Responden: “¿Eres el único que no sabe lo de ayer en el Gólgota?”. “¿Qué?”. “Lo de Jesús, se lo cargaron los jefes. Nosotros esperábamos su liberación, pero... está enterrado”.

Entretanto, Salomé y el peregrino se miran con complicidad. “¿No leéis vosotros las Escrituras?”, dice el peregrino. “Tenía que pasar lo de siempre, al inocente lo asesinan, pero Abba le da la razón y su Espíritu lo saca de muerte a vida: Éxodo, Tránsito, Pascua”

Descansan bajo una higuera, Salomé saca pan de su alforja: “Peregrino, vas a necesitar esto para convencerlos”. El peregrino mira al cielo y parte el pan. “¡Conque eras tú!”, exclama atónito Lucas. Pero en ese instante desapareció de su vista. De pie, pan y vino en mano, solo están ante ellos Salomé, partiendo pan, y Juana, escanciando vino. Las dos unen sus voces a coro: “Abba, envía tu Espíritu que transforme y consagre la vida de quienes comparten”.

“¿En qué quedamos?, dice Lucas desconcertado. ¿Era él o sois vosotras?, dice Cleofás perplejo. ¿Ha sido un sueño, una ilusión? ¿Alucinamos?”. “No, dice Salomé, necesitáis una homilía que lo explique. Quien nos ve a nosotras haciendo lo que Él hizo en memoria suya, le está viendo a Él”.

“Pero... ¿Adónde se ha ido? ¿Por dónde vino?”. “Ni se va ni viene, Tathâgata es Así-Siempre-Presente, decía el oriental que nos mostró de pequeñas los secretos de la iluminación en la flor del Loto. Cuando se lo contamos un día a Jesús para saber qué pensaba de ello, nos dijo: el Espíritu sopla donde quiere. Dejaos llevar por él y os dará vida; vosotras estáis llamadas a repartir esa vida al mundo”.

Cleofás y Lucas, al fin, despiertan: “¿Cómo no nos dimos cuenta mientras comentaba las Escrituras?”. “Corramos a Jerusalén, a contarlo, dicen Salomé y Juana. Él vive, esto ya no hay quien lo pare, el amor es más fuerte que la muerte.”

 

Ratzinger frena a las mujeres


  1. • El cardenal Carlo Maria Martini piensa que el sacerdocio femenino es una forma de hacer justicia
ALFONSO S. Palomares*

Las cosas no son siempre como son, sino como se perciben. Y la mujer no es como históricamente la percibieron las grandes religiones, y algunas la siguen percibiendo. Hay una abundante literatura sagrada, aparte de la teológica y filosófica, en donde la mujer es un ser humano fracasado, claramente inferior al hombre y por lo tanto más digna de desprecio que de alabanza.
El relativismo se multiplica como un cáncer venenoso, según el papa Benedicto XVI, y nosotros podemos afirmar que se ha colado en las galerías de la Iglesia en un asunto tan importante como es la visión de la condición femenina o, más directamente, sobre el papel de la mujer en la Iglesia y también en los tejidos del poder político y social. La valoración depende desde dónde se mire y desde qué ideología y ojos se mire. En este caso se trata de dos brillantes teólogos y acreditados pensadores: hablo del cardenal Carlo Maria Martini y del papa Ratzinger.
En principio, ambos parten de unos presupuestos culturales análogos y de idéntica fe para suponer que comparten percepciones iguales o parecidas. No es así. Sus propuestas no son relativamente diferentes, son evidentemente distintas. En un reciente libro, relativamente reciente, que lleva el sugerente título de Coloquios nocturnos en Jerusalén, el jesuita –cardenal Martini– formula una serie de propuestas que tienen como idea fuerza que otra Iglesia es posible y que debe tener el valor de reformarse. El cardenal habla con absoluta libertad y sinceridad, porque ya no le mueve ninguna esperanza sobre la Tierra, y dice: «Solo aspiro a prepararme para el encuentro misterioso y definitivo con mi Dios. Es el momento de entregarme a la eternidad con la mayor pureza posible». El libro es un diálogo con el también jesuita Georg Sporchill, que condensa en las preguntas recogidas de varios estudiantes los temas más candentes que afectan a la relación de la Iglesia con el mundo actual y del mundo actual con la Iglesia.
Como ven, un claro relativismo en el planteamiento. Tiene claro que la dinámica histórica va hacia la incorporación de la mujer al sacerdocio, lo cual significa que la mujer entrará también en todo el tejido jerárquico, lo que supone un giro de 180 grados. Es partidario del celibato opcional en los sacerdotes y de que no lo imponga el derecho canónico. En cuanto a la enredadera de noes que Pablo VI puso en la encíclica Humane vitae sobre las relaciones sexuales, es partidario de suprimirlas, optando por la permisividad en el uso del preservativo. En relación con la Humane vitae, Martini es contundente: «Ha producido un gran daño con la prohibición de la contracepción artificial que allí se establece, lo cual ha determinado que muchas personas se hayan alejado de la Iglesia, y la Iglesia, de las personas». Piensa que el sacerdocio femenino es también una forma de hacer justicia a las mujeres por parte de la Iglesia.

La visión de Ratzinger es diametralmente opuesta a la de Martini en estas cuestiones tan esenciales para el futuro de la Iglesia o para una Iglesia con amplio futuro, porque no olvidemos que las mujeres son la mitad de la humanidad y su situación en el escenario de la historia está cambiando, de una manera clara en los territorios de la antigua cristiandad. Los escritos de Ratzinger sobre la condición femenina son abundantes, pero me fijaré en uno de sus tiempos de cardenal, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A finales de 2004 escribió una carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo. Yo diría que el eje de esta carta es la defensa de un Dios varón. En ella sostiene que el feminismo es condenable porque promueve la búsqueda del poder por parte de la mujer y, además, porque el enfoque de género que utiliza este movimiento corrompe el orden natural de la sociedad.
Está claro para Ratzinger: el ordenamiento natural está en que la mujer no abandone su puesto en el plan de Dios, que es el de estar sometida al hombre. Lo dice con toda contundencia para que no haya lugar a dudas. Por favor, lean lo que escribió en esa carta: «En las palabras que Dios dirige a la mujer después del pecado se expresan, de modo lapidario e impresionante, las relaciones que a partir de entonces se establecerían entre el hombre y la mujer: tendrás ansia de tu marido, y él te dominará».

La venenosa manzana del paraíso intoxicó el pensamiento judío y vertebró el poder de los dos sexos en la Iglesia cristiana. Santo Tomás de Aquino no tenía dudas al afirmar como si se tratara de un dogma: «La mujer se halla naturalmente sometida al hombre, en quien naturalmente hay mejor discernimiento de la razón». El papel de la mujer en relación con el hombre lo precisó sin titubeos san Pablo en una de sus cartas a los fieles de Corinto, donde les dice que el varón no debe cubrirse la cabeza pues es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
Lo que llamamos relativismo e integrismo se cruzan en la Iglesia actual. Domina el perfume integrista, ya que desde el Vaticano se pretende que los principios religiosos sean modelo de vida y fuente de las leyes del Estado.

*Periodista

Y DIOS CREO A LA MUJER

PUBLICADO POR (Emérito Agusto)

http://blogs.periodistadigital.com/humanismo.php/2009/07/02/y-dios-creo-a-la-mujer-2-2-

 

Aunque sé que piso terreno pantanoso y me deslizo sobre arenas movedizas, en esta segunda parte, voy a ensayar una sinopsis evocadora sobre el feminismo en la Iglesia.

Las voces femeninas, si bien en la clandestinidad, comienzan a oírse como leves susurros reivindicando “intervenir en la toma de decisiones y asumir responsabilidades en las Iglesias, en especial en la católica y en la ortodoxa.”

Los cuáqueros fueron los primeros que repararon en la capacidad femenina para formar parte y dirigir la congregación. En 1890, un colectivo femenino reformista redactó la “Biblia de las mujeres”, con una exégesis contemporánea. Las mujeres también pueden ser cantoras, así como presidentas de congregación.

En mayo de 2006 medio centenar de mujeres fueron nombradas en Marruecos murchidats, o conductoras de la oración. Algunas corrientes modernas del judaísmo permiten la existencia de mujeres rabinos. En 1944, en Hong Kong, la reverenda Li Tin-Oi fue la primera mujer ordenada sacerdote en la Comunión Anglicana. Actualmente ya son numerosas las ministras anglicanas, y en algunas Iglesias figuran también obispas.

Las mujeres constituyen el mayor porcentaje entre los fieles de la Iglesia católica. ¿Llegará un día en que una de ellas se siente en el trono de san Pedro? (Según las crónicas apócrifas, ya se dio el caso en la legendaria Papisa Juana).

Actualmente se percibe una cierta “revuelta feminista” que lleva décadas removiéndose sordamente en las catacumbas de la Iglesia oficial. Se trata de una rebelión, más que rebeldía, secundada clandestinamente en no pocos conventos; inquietud que ni siquiera consiguió silenciar el “Monitum” (advertencia canónica oficial) dictado hace siete años por el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y hoy papa, Joseph Ratzinger.

El huracán conservador de las últimas décadas ha desconcertado y desorientado, sobre todo, a las monjas y seglares católicas. Alentadas y movidas por el espíritu aperturista del Concilio Vaticano II, se habían lanzado a profundizar en los estudios y asuntos teológicos creyendo que la reforma rescataría a la mujer de su secular papel subalterno en la Iglesia. ¡Ilusión!

Es evidente que el machismo de la sociedad está arraigado profundamente en la cultura cristiana de todos los tiempos. También en la actualidad. Lo demuestra la idea expuesta en la primera encíclica del papa Benedicto XVI, en la que afirma que la mujer fue creada por Dios “como ayuda del hombre”. ¿No será (la pregunta es retórica por mi parte) que se ha creado un "dios" machista, homotrinitario, muy padre, pero poca madre? (Ya se empieza a hablar de dios/a; pero esa denominación es más bien sentimental y poética que teológica).

Y conste que no me voy por lo cerros de Úbeda. Las teólogas femeninas nos proponen invertir y subvertir el lenguaje de género de la liturgia católica para que comprobemos la apropiación masculina de la mismísima idea de Dios manipulada a través de los siglos.

Piensan que de tanto representar al Altísimo con figuras masculinas y de excluir a la mujer de los estamentos del poder religioso, las jerarquías católicas han acabado por “violar la imagen de Dios en las mujeres” al borrar la “parte femenina” del Supremo Hacedor. Y visto así, ¿qué tal sonaría la invocación modificada “En el nombre de la madre, de la hija y de la santa espiritualidad”? Claro, depende de para qué oídos.

“La Iglesia se empobrece clamorosamente por la carencia de una aportación femenina más plena y responsable”, afirma la monja María José Arana, de la Congregación del Sagrado Corazón, doctora en Historia y autora del libro “Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?”

La aceptación del sacerdocio y el obispado femenino entre los anglicanos sitúa a la Iglesia católica en claro desafío ante la pregunta obligada de hasta cuándo podrá seguir ignorando el hecho de la emancipación femenina y la igualdad de sexos en cuanto derechos.

¿Cuánto tiempo necesitará la Iglesia para cambiar la mirada que los Santos padres desde san Agustín a santo Tomas, arrojaron sobre la mujer, ese ser al que como Aristóteles, juzgaron como ser inferior, sumiso, de naturaleza “defectuosa”, incompleta, “imbecillitas”, impura?

“No les gusta que las chicas empiecen de monaguillos porque saben que algunas terminarán aspirando al sacerdocio. Si eres hombre te dirán que tienes vocación, y si eres mujer que estás neurótica o que te metas a monja”, apunta una mujer que se siente “con las alas cortadas y como una vocación abortada de la Iglesia”. Y dicen que santa Teresita del Niño Jesús escribió a su hermana poco antes de morir: “Siento en mi interior la vocación de sacerdote”.

Tanto el Nuevo Testamento como el Manuscrito Barberini (1) muestran que hubo mujeres consagradas durante los diez primeros siglos de la Iglesia. La reflexión teológica femenina ya no se conforma con el manido argumento de que no es posible ordenar a las mujeres porque el Maestro estableció que los Doce apóstoles fueran hombres. ¡¡La Iglesia escurre el bulto y transfiere su machismo al propio Jesús!!

Y no solamente se oyen voces femeninas. El reciente libro del papable monseñor Martini Coloquios nocturnos en Jerusalén” ha tenido el perturbador efecto de la piedra lanzada a las estancadas aguas doctrinales. El cardenal ha invitado a sus pares, príncipes de la Iglesia, a plantearse el sacerdocio femenino y el fin del celibato obligatorio.

¿Es tan audaz la propuesta de Martini en una Iglesia de templos abandonados, sacerdotes ancianos y vocaciones escasas, compuesta por mujeres en sus tres cuartas partes? Un vistazo a las iglesias españolas, convertidas en hogares espirituales para la tercera edad, da prueba de esa abrumadora presencia femenina.

La democratización-feminización modificaría radicalmente la perspectiva interior y exterior de la Iglesia. La teóloga Margarita Pintos sostiene que “la ordenación no es la única meta, pero sí una muy importante para hacer de la Iglesia un espacio en el que la discriminación por razón de género y de sexo quede superada.” Como en otros ámbitos de la vida moderna, el reparto de papeles se impone también, tímidamente, en el mundo de lo sagrado.


(1) Antiguo manuscrito griego sobre la ordenación descubierto en la biblioteca del Cardenal Barberini. Provenía del monasterio de San Marcos en Florencia, que lo había recibido como una herencia de Nicolai de Nicolis. Un análisis de esta escritura uncial, indicaría que la copia fue realizada a fines del siglo IX y probablemente con anterioridad. El contenido es mucho más antiguo y refleja la práctica bizantina durante el apogeo del diaconado del siglo III al VIII.

Mujeres en la Última Cena (POR JUAN MASIÁ CLAVEL)

Salomé, Marta, Myriam, Susana y Ana, de acuerdo con María, la madre de Jesús, y apoyadas por ella, consiguieron, a pesar de Pedro, hacerse sitio en la cena de Pascua, de lo que se alegró Jesús diciendo: “No sois sirvientas, sino amigas ” (Jn 15,15), y cuando yo me vaya recogeréis el testigo para ir a curar y dar esperanza a la gente, haciendo bien, porque la Ruah de Abba estará en y con vosotras (Act 10,38).

Salomé, la esperanzada, sentada junto a Tomás, el positivista y posibilista (con expectativas de ser nombrado para una sede importante), dijo: “Jesús, parecemos brotes de olivo en torno a tu mesa (Ps 127,3), las chicas y chicos de tu koinonía (1Jn 1,3), aunque algunos retoños, como éste a mi lado están una miajica retorcidos (Jn 20,25)”. “Mejor, completó Jesús, sois sarmientos de la vid; que corra por este círculo la vida de Abba y su Ruah, que déis fruto permaneciendo en unión” (Jn 15, 1-5).

Se quedaba a menudo libre el asiento junto a Salomé, donde habían puesto un cojín más cómodo para la madre de Jesús, pero no conseguían mantenerla sentada, porque no se fiaba de dejar el asado en manos de Judith y Cleofás (En Nazaret nadie preparaba el cordero mejor que ella).

María, tú quédate sentada, dice Salomé, y disfruta la Pascua con tu hijo”. “¿Disfrutar dices, Salomé? Me huelo yo que esta Pascua acaba mal. Mi hijo se ha metido en un buen lío con los del Santo Oficio de la Inquisición, por lo del Reino, las redes y la liberación, me dice el corazón que la cosa se pone negra, ya veremos qué pasa mañana”.

“Madre, dice Jesús desde el otro lado de la mesa, tú ya sabes, por la experiencia de cuatro partos que tuviste, que cuando la mujer va a dar a luz se siente triste, porque le ha llegado su hora; pero, cuando nace la criatura, ya no se acuerda del apuro, por la alegría de dar nueva vida al mundo” (Jn 16, 21).

Terció en la conversación Ana,(la simpática y preciosa biznieta de la abuela del mismo nombre) acurrucada en el hueco entre Juan y Jesús –Juan reclinándose sobre Jesús y Ana colándose bajo su brazo y arrimada al talle del Maestro-: “Jesús, eso está muy bien, te lo hemos oido otras veces; pero hoy te preocupa algo serio, no te lo calles, te he estado mirando toda la tarde y tienes cara angustiada, desahógate, hombre, desahógate, se te nota turbado”. “Tú siempre tan intuitiva, Ana. Sí, me siento agitado; pero ¿qué voy a decir?: Abba, líbrame de esta hora? ¡Si para esto he venido, para esta hora! ¡Abba, que irradie tu gloria!” (Jn 12, 27-28).

Pedro se impacientó y, calándose una tiara, dijo: “Acaparáis las mujeres el tema; además con preguntas tontas y comentarios que aguan la fiesta”. “Así es, dijo Felipe, mejor pedirle al Maestro que nos aclare dónde está Abba y por dónde hay que ir para encontrarlo”. ”Pero Felipe, dijo Jesús, ¿con tanto tiempo de amigo mío todavía no te has dejado envolver por la ternura de Abba? Yo soy el camino hacia la vida verdadera de Abba. Yo estoy en Abba y Abba en mí” (Jn 14, 10).

“Pero qué poca vista tienes, Felipe, dijo Ana, mírale a Jesús a los ojos, deja que te absorba hasta meterte dentro de Él, te verás reflejado en ellos y al mismo tiempo descubrirás a Abba”.

“Ya está la soñadora divagando”, dijo el realista Mateo(también, como Tomás con expectativas de ser recomepnsado con una sede importante). “No, añadió Jesús, ha dicho bien Ana, porque Abba y yo somos uno” (Jn 14,9).

Interrumpió Tomás: “Ana, come y calla”. Le dió un codazo Susana, la que siempre sabe estar al quite en su momento: “El que tiene que callarse eres tú. Queremos que siga hablando el Maestro. Yo he dejado hoy a mi marido haciéndose la cena él solo, porque no quería perderme esta Pascua”. “Bueno, Susana, dijo Jesús, pero que no se te haga tarde para estar con él a la vuelta, que el amor es más importante que las misas y los sermones. En realidad, todo lo que yo os tengo que decir se reduce a esto, que os queráis cada vez más y mejor para que, al ver la gente cómo os queréis, descubran el sentido de la vida, ese es mi encargo encarecido (yo no diría mi mandamiento, sino mi testamento)” (Jn 13, 34-35).

Estaba el ambiente un poco tenso y lo percibió Marta, que dio un giro a la velada. “Venga, id pasando los platos, y que no se quede el cesto del pan en el rincón de Mateo, y tú, Andrés, levántate a preparar las copas, que no tengamos que ser siempre las mujeres las que van y vienen del comedor a la cocina”. Mateo pasó el pan a regañadientes y Andrés trajo las copas refunfuñando.

Jesús se incorporó y dijo: “Esta no es una cena cualquiera. Es la Pascua, el tránsito. Es el paso de quien tiene que pasar por un trance amargo de separación. Mirad este pan que se desgarra en pedazos, así ha sido mi vida. Pues aquí está lo que ha sido mi vida. Ahora no lo entendéis, pero os lo recordará la Ruah cuando ya no esté yo con vosotros y vosotras (Jn 16,7)”.

“Pero nosotras no queremos que te vayas, Jesús, dijo Ana, que se pare el tiempo esta noche, te queremos y no te soltamos, Rabboni” (cf. Jn 20, 16). “No, Ana, dijo Myriam, tenemos que asumir que Él se vaya, nos conviene, para que retorne de otra manera desde Abba. Entonces comprenderemos que Él está en Abba y Abba en Él, Él en nuestro corazón y nosotras en el suyo. Comprendo tu estado de ánimo, Ana, yo también quisiera estrecharle con fuerza y retenerle, pero presiento que Él nos dice: Soltadme, que subo a mi Abba y vuestro Abba” (Jn 20,17).

Juan no decía nada, pero intercambiaba miradas de complicidad sucesivamente con Myriam y con Jesús, mientras sugería silencio a Ana tocándole suavemente los labios. Y entonces Jesús siguió diciendo. “Tiene razón Myriam. Ya no beberé más este vino hasta compartir de otra manera en el ágape sin fin, cuando la liberación de Abba reine por completo (Lc 22,18).

"Has hablado bien Myriam, dijo Jesús, Yo te digo que tú te llamas Myriam, pero en adelante te llamarás Petra y sobre esta Petra, de la mano de este Juan, se construirá la Asamblea de Redes de quienes prolonguen la cosa que empezó en Galilea” (cf. Mt 16,18 a la luz de Jn 20).

Pedro callaba consternado. Judas había salido ya para su asunto en la oscuridad de la noche. Juan se ofreció a acompañar a Susana hasta su casa.

Jesús decidió salir al Huerto de los Olivos, acompañado de Pedro y Santiago, que se quedaron dormidos de cansancio. Jesús oraba sudando y diciendo: “Abba, si es posible que pase este cáliz...” (Mt 26, 42; Mc 14, 36; Lc 22, 42). Myriam y Ana se quedaron despiertas a su lado, como ángeles, animándolo, ayudándole a asumirlo y tratando de asumirlo ellas...

(Publicada la versi:on original en La Verdad, de Murcia, el Jueves Santo, 8 de abril, 2009)

http://blogs.periodistadigital.com/vivirypensarenlafrontera.php/2009/04/09/mujeres-en-la-ultima-cena

 

 

Camino de Emaús: Myriam, Lucas y Cleofás (POR JUAN MASIÁ CLAVEL)

De Jerusalén a Emaús viajaban a pie tres caminantes al mediodía del domingo (Lc 24,13). Cleofás con jeta cariacontecida (Lc 24, 17), Myriam exultante (Mt 28, 8), Lucas alicaído.

“Alegra esa cara, hombre”, dice Myriam a Cleofás con una palmada en el hombro, “la mañana está espléndida, pasó la lluvia invernal, brotan flores en la vega y llegó la primavera (Cant. 2,11); cielo azul, fragancia de romero y tomillo, almendros como nieve que encandila, nardo, enebro y azafrán, canela y cinamomo” (Cant.4,14) ”.

“No estamos para esas bobadas, Myriam”, dice Cleofás. “Pero, hermanos, ¿cuántas veces tendré que repetirlo para que me creáis? (Mc 16, 10’11) Ya os he dicho que está vivo el Alfa y Omega, el que Vive (Ap 1,17-18), que lo ví de madrugada (Jn 20,1), estaba como nunca, radiante (Mc 9,3). Dijo que nos lo vamos a encontrar en Galilea (Mt 28,7), que va por delante (Mc 16,7), yo quería abrazarlo con toda el alma y cuerpo, estrechar su cabellera mientras le besaba, pero primero era lo de subir a Abba (Jn 20,17), luego la Ruah nos daría ojos del corazón (Ef 1,18) para verle y sexto sentido para caer en la cuenta de que ha penetrado en lo más dentro de nuestro dentro como no penetra ni el abrazo más íntimo en este mundo (Jn 14,23)”.

“Calla, calla, soñadora, que nos aumentas la pena”, dijo Cleofás. “Las mujeres sois ilusas”, dijo Lucas. “Y los hombres... corazones encerrados en concha de tortuga, tenéis ojos que no ven y oídos que no entienden ( Mal, 3,1; Lc 7,27), sois incapaces de tocar el cuerpo del Ungido en lirios y gorriones o en la brisa que acaricia las mieses”(Jn 20-25; Jn 4,35; Mt 6,25-28) ,

Así decía Myriam cuando se les acercó un peregrino, alto, moreno, de turbante ladeado a estilo galileo. “Shalom, muchachos. ¡Qué cosas tan preciosas dice vuestra compañera de camino!”. “Shalom”, contestaron ellos de mala gana. “¿Por qué esas caras largas?”, dijo el del turbante. “¿Eres tú el único que está en la luna esta mañana? ¿No sabes lo del Gólgota?”. “No, ¿qué ha sido?”. “Pues lo de Jesús, el mejor hombre del mundo, el inocente que no debía morir, pero se lo cargaron los dos poderes: la jerarquía religiosa y la política. Nosotros lo dejamos todo para enrolarnos en su movimiento de liberación, nos involucró en el lío ese de las Redes del Reino, habíamos puesto la esperanza en él (Lc 24, 16-21). Jesús era lo que se dice bueno, partía el pan con pobres, a nadie negaba su vino (Jn 6), era un tierno amigo de todos y nos encargó difundir la ternura (Jn 13, 34-35). Pero... se acabó todo, ahora está bajo la losa y los muertos en la tumba no pueden cantar la gloria (Baruc, 2,17)”.

Mientras así se desahogaba Cleofás, Myriam y el del turbante intercambiaban miradas significativas. Y dijo el del turbante, dirigiéndose a Cleofás y Lucas. “¿Es que vosotros no leéis las Escrituras? Tenía que ser así, pasó lo que siempre pasa en la historia, el mal gana, las curias involucionistas derrotan a las corrientes conciliares renovadoras, al inocente lo liquidan, dictadores e inquisidores conspiran a una contra la persona justa (Ps 2), pero Abba lo justifica y le da la razón (Act 2,24), y viene la Ruah para librarlo del Sheol e introducirlo en la Vida más allá de la muerte (Rom 8,11;Rom 1,3; 1Tim 3,16; 1Pe 3,18). Eso se llama Éxodo (Lc9,31) y Pascua (Jn 12,1). Reconocer su rostro al partir, compartir y repartir (Lc24,31-32) origina lugares de transfiguración por doquier (Mc 9,2ss.; Mt 17,1ss.; Lc 9,28ss.)”.

Así decía cuando llegaron a una revuelta con sombra. Era mediodía e iban cansados. Se detuvieron a reposar bajo una higuera. Myriam sacó de su bolsa un cacho de pan y, por la espalda de Cleofás, se lo pasó al del turbante. Aprovechó para disfrutar el contacto con su mano derecha sudorosa, mientras él le devolvía la caricia apretándosela con la otra mano.

Peregrino, vas a necesitar esto para persuadirles”, dijo Myriam, y le pasó también un cuenco de vino. El del turbante tomó el pan y el vino y, ante la mirada desconcertada de Cleofás y Lucas, elevó los ojos al cielo y comenzó a partir el pan (Mc 6,40’41). “¡Conque eras tú!”, exclamaron a una Cleofás y Lucas, reconociéndolo.

En ese instante desapareció de su vista (Lc 24, 32-35). Estaban los dos atónitos. Ante ellos solamente estaba Myriam de pie, con un pan partido en sus manos. Nunca brillaron tanto los seductores ojos azabache de Myriam como en aquel momento, mientras decía mirando al cielo: “Abba, envía la Ruah para que transforme lo que este pan y vino simbolizan y consagre la vida de quienes lo comparten, convirtiéndola en Cuerpo del que Vive para vida del mundo. Éste es el enigma en que creemos quienes revivimos su presencia cada vez que repetimos sus palabras y practicamos su camino”.

Alargó Myriam el pan a Cleofás y Lucas, que seguían atónitos. “¿En qué quedamos, eras tú o era él o fue solo un sueño? ¿No habrá sido una ilusión?”, preguntaban. “Hermanos, dijo Myriam, quien me ve haciendo lo que él hizo, le ve a Él y así ve a Abba”(Jn 14,9).

“Pero... ¿Adónde se ha ido? ¿Por dónde vino?”. “Ni se va ni viene, hermanos, como decían los budistas, ni el Así-Ido, ni el Así-Venido, el Tathâgata es el Así-Siempre-Presente, que decían en Afgán los maestros aquellos que me enseñaron de pequeña a descubrir en la flor del loto el camino de la iluminación. Cuando se lo conté a Jesús un día, me sonrió diciendo que también allí estaba funcionando la Ruah, que sopla donde quiere y como quiere (Jn 3,8), en las espiritualidades hermanas, sin que te percates. Por eso cualquier hijo de hombre y mujer que se deja llevar por la Ruah despierta y vive de esa Vida”.

Cleofás y Lucas, por fin, se espabilaron. “¿Cómo no nos dimos cuenta, si sus palabras eran de vida, nos refrescó la cabeza y nos caldeó el corazón con esa manera tan original de leer las Escrituras?” (Lc 24,32)

“Pues venga, en marcha, dijo Myriam, corriendo a Jerusalén, esto hay que contarlo, que corra la noticia y se extienda el movimiento (Lc 24,33; Jn 20,18; Mt 28,11; Mc 16,7). Él vive, es el Viviente, es la Resurrección y la Vida."

"Esto ya no hay quien lo pare, lo de Jesús va estar vigente por siglos, a pesar de las religiones y sus jefes, a pesar de las inquisiciones y dictaduras, a pesar de las personas descorazonadas o descerebradas, a pesar de los pesares, lo de Él prevalecerá (Mt 16,18), que es más fuerte que la muerte el amor de este amor mío...”(Cant. 8,6)".

LLAMADA RESUCITANTE AL MOVIL DE MALENA (POR JUAN MASIÁ)

http://blogs.periodistadigital.com/vivirypensarenlafrontera.php/2009/05/07/llamada-resucitante-al-movil-de-malena

Aún no eran las nueve de la mañana cuando llegó Malena a casa de Salomé, donde se hospedaba la madre de Jesús. Subió sin respirar hasta la terraza. María, sentada con un cuenco de leche en su mano, respiraba a pleno pulmón la fragancia de la primavera palestina, la mirada perdida hacia la ruta de Belén, con aire de soñar despierta.

“¡Madre!¡Madre! ¡Que está vivo, que me ha llamado!”.“Radiante vienes Malena, ¿a quién te has encontrado por el camino? (Dic nobis , Maria, quid vidisti in via).

Te cuento, madre, te cuento. Yo salí de madrugada, valde mane una sabbatorum (Jn 20), al cementerio. La verja del huerto, cerrada con llave; marco el número del conserje y no contesta; intento colarme por la puerta de servicio, en ese momento suena el móvil. “Vaya, por fin, ¿dónde se había metido usted, Cirineo?, si no puede venir, dígame donde demonios ha escondido las llaves, para que las encuentre y abra”.

Una voz en off dijo. “¿No me reconoces?” “¿No es usted el conserje, el Cirineo?”, le pregunto. La misma voz, pero esta vez en tono familiar, dijo: “María, amor mío”. “Cielo, ¿eres tú? ¿Cómo es posible, desde tan lejos?” “No estoy lejos, en la eternidad la cobertura es perfecta”. “¿De dónde llamas?” “Desde aquí, a tu espalda”. Me volví... y era Él. “¡Rabboni!”, dije, y me fui a echar en sus brazos, pero su figura como que se difuminada. Antes de desaparecer me dijo: “En los abrazos del más acá siempre está la piel por medio, por más dentro que penetres, sigues estando fuera. Pero si subes a Abba, abrazas desde allí a todos y todas de otra manera.

Anda, corre a decírselo a la pandilla entera. Pero no empieces por Tomás, que, por mucho que le gustes a mi hermano -ya ves con qué ojos celosos mira siempre-, no te va a creer. Ve primero a Juan, que tiene algo de eso que sabéis cultivar vosotras: ojos para ver y oídos para entender. Él es poeta y por eso puede comprender la Palabra”.

La madre de Jesús escuchaba sonriente a Malena. “Claro, ya sabía que te iba a contactar. Me acababa de llamar a mí”. “Naturalmente, la madre primero”, dijo Malena. “Bueno, no sé qué te diga, era para preguntar por tu número. Fui yo quien le dió el de tu móvil. Cuando el despojo de las vestiduras le habían quitado el suyo, en el que tu dirección iba en cabeza”. “Pero lo que no me gusta, dijo Malena, es que aparezca tan poquito tiempo y enseguida se vaya”. ”Ya dijó Él que nos conviene que se vaya, para que venga la Ruah a hacérnoslo presente.” “Sí, pero no lo tocamos y palpamos con estas manos de carne”. “Por algo dice él: suéltame (Noli me tangere, Jn 20), que tengo que irme a Abba, para que viváis dentro de mí como yo dentro de Abba”.

“Pero, madre, eso cuesta mucho, porque se le echa de menos y eso nos hace sufrir.”. “Pero Él vive”. “Sí, pero nos lo podía haber dicho antes, el jueves por la noche, nos habría ahorrado el mal rato del viernes a la hora de nona” (Aquí suena el Stabat mater, de Jenkins). “Es que ni él mismo lo sabía”. “Pero siendo quien es, su conciencia...” “Déjate de conciencias, Malena, eso son monsergas y teologúmenos, como decía la abuela Ana, eso se queda para teólogos alemanes romanizados con miedo a mirar cara a cara a la Esfinge, como dirá dentro de veinte siglos Unamuno”.

“Ahora me explico lo desolador de aquella frase, cuando dijo que por qué estaba abandonado. Con razón lo pasó tan mal”. “Así fue, murió solo y fuera, como dice tan bien José María Castillo: fuera de su ciudad, fuera de su religión y condenado por ella, fuera de sus amigos que lo traicionan, no sólo Judas y Pedro, hasta el mismo Juan pagó el precio de hacer compromisos con los jerifaltes a cambio de que lo dejasen entrar en la capilla sixtina mientras el Gran Inquisidor revestido de capisallos largos dictaba sentencia entre el silencio de los corderos...”.

“Al final solo quedamos nosotras, madre”. “Sí, la Ruah se sirvió de vosotras para consolarle; vosotras, las piedras despreciadas por los constructores de la basílica petrina, fuísteis llamadas a sostener con veustro cemento a la piedra angular. Y, al fin, pudo él dar un grito asumiendo que todo estaba consumado y, mientras Abba respondía con silencio a su grito, hizo de tripas corazón y cruzó la última puerta”.

“¿Y estaba Abba esperando detrás de la puerta?“ “No, Malena, esa fue la sorpresa. No hay un detrás de la puerta, sino un más acá, ya estás ahora y desde siempre en brazos de Abba, solo que no te das cuenta. Ya dijo Él: Yo soy la puerta”.”Y por eso ha resucitado de verdad (Scimus Christum surrexisse a mortuis vere)”. “Bien dices que de verdad. Porque volver a esta vida y dejar una tumba vacía sería morir de mentirijillas. Murió de verdad y vive de verdad, porque, más que resucitar, lo que pasa es que Él en persona es la Resurrección y la Vida mismas”.

“Ay, madre, da gusto oirte decir estas cosas, ¡cuántos escribas muy doctos en teología no saben cómo explicarlas, aunque están muy listos para condenar a quienes las cuentan de otro modo! Tú, Madre, sí que eres mejor exegeta, aprendiste de tu hijo a interpretar a Abba, tú sí que mereces un doctorado en la Ciudad de Dios (no en Navarra ni en la Gregoriana), tú vales más que Judit,eres fuerte e incisiva, sicut castrorum acies ordinata, te cantarán todos los meses de Mayo con flores a porfía, tota pulchra, María, gloria de Jerusalén, tú la hija esperanzada de Sión y alegría de Israel, tu honorificentia populi nostri...” “Bueno, bueno, Malena, no te pases, que te exaltas demasiado y te van a confundir con nuervos movimientos”. “Si es que no puedo contenerme, madre, si lo de hoy al alba ha sido maravilloso, esto es una mezcla de gozar y sufrir. De disfrutar, porque quien amas vive y el amor es más fuerte que la muerte; pero, a la vez, pasarlo mal, porque no lo tienes entre tus brazos, así, bien estrechadito y apretadito.” “Claro Malena, si no quieres sufrir, no ames. Pero si no amas, ¿para qué quieres vivir?”

“Ay, madre, ¡qué cosas más entrañables dices!” “Bueno, Malena, dejésmolo ya, ahora tú tienes que ponerte en marcha, recuerda que él dijo que tú te llamarás Petra y que con esa piedra quiere él destruir todas las opresiones y desencadenar un movimiento de compasión que inunde el mundo de ternura”.

“¿Por dónde empiezo?” “Empieza por Juan, pero ayudada por Susana y Salomé. Para asegurar que no venga con Santiago la involución, tenemos que coger el timón nosotras. De lo contrario, los rabinos de la curia van y manipulan el Sínodo, redactan encíclicas largas y abstrusas, nombran obispos de su línea, domestican a los doce para que monopolicen el título de apóstoles y buscan una tumba vacía en la que enterrar para siempre el Concilio Vaticano II en un funeral de primera con veinte turiferarios y una hilera de diáconos con dalmáticas de estilo lefebvrino.

Pero vosotras, adelante, que aprieten el paso sin miedo las muchachas del Reino y de las Redes, sople que sople como un tifón la Ruah para inflar con viento favorable las velas de los pescadores y que se llenen de pesca sus barcas cuando, por fin, os hagan caso a vosotras y dejen ya de una santa vez de echar las redes siempre a la derecha de la barca y a la derechona del país...”

 

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Se trata de una inicativa mundial promovida por los miembros de las organizaciones mundiales por la ordenación femenina.

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